Una alianza para la Soberanía Alimentaria en Euskal Herria
Pueden ser muchas las cosas que consideramos importantes para nuestras vidas, pero sólo unas pocas son imprescindibles para (sobre)vivir, una de ellas es la alimentación.
El Derecho a la Alimentación forma parte de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada en 1948; el primero de los Objetivos de Desarrollo del Milenio aspira a reducir a la mitad, para 2015, el número de personas que pasan hambre; producimos alimentos suficientes para toda la humanidad… y a pesar de esto siguen siendo cientos de millones de personas, mujeres en su mayoría, las que padecen hambre y desnutrición en el mundo. La mayoría de estas personas viven en entornos rurales, por paradójico que pueda parecer. No estamos ante un problema de capacidad de producción, sino de acceso a recursos para garantizar el derecho de campesinos y campesinas a producir los alimentos básicos. A este problema debemos añadir nuestra escasa capacidad de decisión sobre los alimentos que consumimos: el acceso a alimentos saludables es, la mayoría de las veces, imposible.
Las consecuencias del modelo industrial
La industrialización de la producción de alimentos y la destrucción ambiental expulsó y sigue expulsando habitantes del medio rural hacia los núcleos urbanos, llegando a formar megalópolis con inmensas bolsas de pobreza y graves problemas de degradación ambiental. Cada vez son más los seres humanos que no producen o capturan sus propios alimentos, nunca la humanidad había sido tan urbana.
El acceso a los recursos es cada vez más limitado, terratenientes y grandes empresas trasnacionales, favorecidos por políticas neoliberales, tienen un creciente control sobre la tierra, el agua, las semillas y el mar. El modelo industrial se impone también en el campo de los saberes: siglos de aprendizaje y transmisión de conocimientos son despreciados y perdidos, reforzando la situación de dependencia de quien aún trabaja la tierra con respecto a unas empresas que cada día acumulan más poder sobre personas y pueblos.
Quienes formamos parte de las minorías privilegiadas globales vivimos la ficción de tener garantizado el abastecimiento de todos los alimentos que necesitamos (y más). El sistema de producción/extracción y distribución industrial nos permite acceder a alimentos de cualquier lugar del planeta y al margen de los ciclos de la tierra. En realidad, los alimentos a los que tenemos acceso son cada vez menos variados, menos nutritivos, menos saludables y menos seguros, y la garantía de abastecimiento es cada vez menor. A fin de cuentas, el objetivo de este sistema no es alimentar a la humanidad sino enriquecer a unas pocas empresas y personas, porque todo es percibido como una mercancía: nuestra salud, el ambiente, los alimentos…las personas.
La agricultura, ganadería, pesca y acuicultura industriales —y el industrialismo en su conjunto—, impulsadas por políticas públicas a todos los niveles, desde el global (OMC, FMI, BM) al local, y apoyadas en unos hábitos de consumo irresponsables, generan hambre y desnutrición, juegan con nuestra salud, comprometen la alimentación del conjunto de la humanidad y son parte importante de la crisis ecológica global que estamos viviendo: contaminan tierra, agua y aire; agotan recursos; empobrecen la biodiversidad; son fuente de cambio climático; liberan tóxicos y transgénicos; favorecen la expansión de plagas y enfermedades… Y, por si esto no era bastante, avanzan en no pocas ocasiones de la mano de la violencia física dirigida por terratenientes, trasnacionales y gobiernos.
El industrialismo —también en su forma de globalización neoliberal o capitalista— desprecia tanto a las poblaciones campesinas e indígenas como la producción artesanal y a pequeña escala de alimentos, y está fabricando una crisis alimentaria global, dejando indefensa frente a ella a una humanidad que supera ya los 6.500 millones de personas. El sistema industrial de producción/extracción y distribución de alimentos, como el industrialismo en su conjunto, tiene una fuerte carga (auto)destructiva, por la lógica depredadora que lo impulsa, pero también por su gran dependencia del petróleo. El oro negro está en la base de la mecanización, de la agroquímica y de las cadenas de distribución global, pero es un recurso no renovable, y su agotamiento se acerca, precedido por un rápido encarecimiento.
También tiene a ver con Euskal Herria
La agricultura, ganadería y pesca de Euskal Herria no se ha escapado a esta crisis. Los procesos de intensificación e industrialización han hecho mella en nosotros/as. Estamos perdiendo activos a marchas forzadas y a las vez las y los agricultoras/es, ganaderos/as y pescadores/as autónomos/as por cuenta propia tenemos cada vez menos autonomía y más dependencia a la hora de tomar decisiones sobre los costes de producción y los precios de nuestros productos.
En la última década se ha producido una aceleración de la pérdida de empleos agrarios y un paulatino envejecimiento del sector. En los cuatro territorios de Hegoalde, en 2006 había algo más de 13000 cotizaciones a la seguridad social agraria, una cifra un 15% inferior a la que existía cinco años antes. En el caso de Ipar Euskal Herria se ha conseguido mantener los menores porcentajes de pérdida de empleo y los mayores de generación de éste debido a los instrumentos puestos en marcha para la generación de alternativas y al gran esfuerzo y constancia de muchas y muchos baserritarras y pescadoras/es. También es debido a una cultura alimentaria y una sociedad distinta a la nuestra.
Paralelamente, se está dando un proceso de privatización encubierto, en cuanto a concentración e integración de las producciones en estructuras de comercialización y distribución que no están en manos del sector productor. Este fenómeno se está generalizando y trata las producciones intensivas, integradas o ecológicas de la misma manera.
Por otra parte, cada vez hay menos tierra agraria, se está perdiendo la mejor y su precio es especulativo. En un contexto de incremento de infraestructuras, viviendas y de presión industrial, el precio de la tierra agraria es totalmente desproporcionado y no está relacionada con la actividad agropecuaria, sino con otros valores económicos, con lo cual a los y las baserritarras les resulta imposible conseguir tierras agrarias productivas en Euskal Herria.
El modelo que se impulsa desde la administración es el de la producción intensiva, que en teoría busca beneficios económicos para el sector en el menor tiempo posible y que se vende como un modelo altamente rentable, y que juega, aparentemente, en una lógica de mercado libre. No obstante las ventajas económicas no son las que se pretende hacer ver, ya que a partir de un cierto umbral, el crecimiento de las cantidades e imputs que se incorporan la proceso productivo trae consigo un descenso en los rendimientos de las plantas y animales con el consiguiente debilitamiento del medio ambiente.
La Soberanía Alimentaria como alternativa
En 1996, coincidiendo con la Cumbre Mundial sobre la Alimentación, Vía Campesina presentó globalmente la alternativa que venía diseñando desde su constitución en 1993: la Soberanía Alimentaria. Con el paso del tiempo la definición fue completada y mejorada, y en febrero de 2007, en Sélingué (Mali), en el Foro de Nyéléni, la Soberanía Alimentaria fue descrita como “el derecho de los pueblos a alimentos nutritivos y culturalmente apropiados, accesibles, producidos de forma sustentable y ecológica, y su derecho a decidir su propio sistema alimentario y productivo”.
Euskal Herria como parte de la minoría global privilegiada que es, no padece problemas de abastecimiento de alimentos para su población, pero no por eso disfruta de Soberanía Alimentaria. Nuestra capacidad para decidir los alimentos que producimos y consumimos es cada vez menor, porque nuestra agricultura, ganadería y pesca agoniza; porque estamos desertizando nuestra tierra, ríos y mar; y porque dependemos del sistema industrial. Al mismo tiempo, somos fuente de la falta de Soberanía Alimentaria de otros pueblos.
Avanzando en nuestra Soberanía Alimentaria construiremos una Euskal Herria con una agricultura, ganadería y pesca viva, más ecológicamente sustentable y socialmente justa, con una menor huella y deuda ecológica. La construcción y garantía de la Soberanía Alimentaria del pueblo vasco, además, debe ser compatible con la de los demás pueblos del mundo.
Las organizaciones que firmamos este documento, compartimos, desde diferentes ámbitos de actuación y perspectivas, la defensa de la Soberanía Alimentaria de los pueblos. Siguiendo el mandato del Foro Mundial para la Soberanía Alimentaria (Nyéléni 2007) decidimos forjar una alianza con el objetivo de dar a conocer, construir y defender la Soberanía Alimentaria de los pueblos en y desde Euskal Herria, con los pies en la tierra y con un mirada global, colaborando con iniciativas similares existentes en otros países, sin descartar la integración en alianzas o plataformas supranacionales.
-
Porque podemos vivir sin devorar el planeta y el futuro.
-
Porque tenemos derecho a decidir qué alimentos producir y consumir.
-
Porque las gentes que trabajan la tierra y el mar tienen derecho a producir los alimentos básicos.
-
Porque alimentar el país es más importante que exportar y elaborar combustibles.
-
Porque acabar con el hambre y la desnutrición es posible, superando el industrialismo.
Iniciativa por la Soberanía Alimentaria de los Pueblos, en Euskal Herria;
Una alianza vasca con mirada global: El acuerdo
-
Esta alianza pretende ser el comienzo de algo mucho mayor: aspira a generar una actividad suficiente como para que, tanto todas aquellas entidades y personas que consciente o inconscientemente están trabajando en Euskal Herria por la Soberanía Alimentaria, como todas aquellas que se verían beneficiadas por el avance en ella, confluyan en una más amplia red que multiplique la capacidad de la ciudadanía vasca para avanzar en la construcción de la Soberanía Alimentaria de los pueblos.
-
La alianza por la Soberanía Alimentaria establecerá sus prioridades de trabajo —dentro del mandado de Nyéléni— y diseñará un calendario de actividades entre las que estará la presentación pública de un manifiesto. La difusión de éste y el desarrollo de las actividades permitirán dar a conocer la alternativa de la Soberanía Alimentaria en Euskal Herria y hacer emerger entidades y personas con las que constituir una más amplia red de la que no formarán parte partidos políticos ni entidades orgánicamente dependientes de éstos. Además del trabajo político, de sensibilización e incidencia, la alianza promoverá medidas concretas de construcción de la soberanía alimentaria desde lo local, como la creación de grupos que trabajen la relación directa entre productores y productoras y la ciudadanía en general, o la potenciación de los ya existentes.
-
Cada organización integrante de la alianza tendrá una persona estable como contacto, sin que esto implique que otras no se puedan implicar en su trabajo. Las decisiones serán tomadas por consenso, fruto de un diálogo basado en la confianza y respeto mutuo.
-
Se tratará transversal la perspectiva de género en todas nuestras actuaciones, tanto del trabajo hacia el interior de la alianza como hacia el exterior, teniendo presente el derecho a la equidad de género.
-
La alianza podrá promover iniciativas y campañas en solitario, junto con otras alianzas o plataformas y/o abiertas a las entidades no integradas.
-
La existencia de esta alianza no implica que el conjunto del trabajo que cada entidad desarrolla en relación con la Soberanía Alimentaria deba pasar necesariamente a formar parte de la actuación conjunta de las organizaciones, como tampoco impide el impulso de iniciativas participadas por una parte de los miembros y/o en colaboración con entidades no integradas en la alianza, siempre y cuando esto no suponga una actitud desleal hacia las demás organizaciones o la alianza en su conjunto.
-
El nombre de la alianza no podrá ser utilizado por una o varias de las entidades pertenecientes a esta sin el consentimiento de la totalidad o para desarrollar actividades propias fuera de la misma.
¡Es la hora de la Soberanía Alimentaria!